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ISSN 1989-4163

NUMERO 06 - OCTUBRE 2009

 

Lex y Tiempos de Crisis

Luís Amézaga

Lex

 

En su bolsa testicular ubicó la balanza de la justicia. Iba impartiendo sentencias sin preguntar por el nombre de las imputadas. Juraban poniendo la mano en la Biblia que jamás volverían a caer bajo la toga de aquel tipo genital. Pero el sistema carcelario en el que nos movemos no ayuda a la reinserción. Así que la sala de lo penal donde impartía su justicia el mamporrero, siempre estaba muy concurrida. Un tipo que ofrece el placer de quedar en paz con la sociedad civil con penas que son amores de media hora, debería ser subvencionado por los servicios sociales del ayuntamiento, me dijo una de sus reas, que es amiga de infancia, que casó con un mozo que trabaja en Michelín y que la lleva a Salou por Semana Santa. El juez que riega con su ley los ardores de mi amiga, es el mejor remedio que ella ha encontrado donde diluir la angustia de una vida que trastorna sólo de usarla. Y como mi amiga, muchas otras. Ellas pagan, porque la justicia es cara y sus caricias lentas. Nos juntamos varias parejas  a cenar en un restaurante, y a mi mujer se le van los ojos hacia la ventana del local. Lleva toda la tarde distraída. Y pienso si no habrá cometido algún crimen que quiera expiar con el juez de moda entre las parroquianas. Las dudas y la inseguridad asaltan  a cualquier hombre ante una maza de esas dimensiones. Me pongo nervioso sólo con pensarlo, y estoy por pedir audiencia para solicitar consejo sobre actuaciones futuras. Si mi mujer acata sus condenas sin rechistar, a mí sólo me queda pedir la revisión del caso a instancias superiores. La observo, y ella se sueña con el traje de presa. Algo hay en el amor que caduca y nos coge fuera de la ley.

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Tiempos de Crisis

 

El escéptico sospecha que los descansos que ofrece la vida son para prepararnos a sufrir más. Sufrir es sentir y a veces eso compensa. Estamos capacitados para imaginar, prever, vivir antes de la vida. En ese determinante azaroso de la evolución hemos sobrevivido porque sabemos de la muerte y jugamos al escondite, porque si es necesario inventamos dioses, y si se tercia los matamos con la misma facilidad con tal de perpetuarnos. Para nosotros nada tiene sentido sin nosotros. Quizá el universo sólo sea una representación ilusoria de quien lo observa, y por ello no logramos contactar con ningún ser vivo que nos siga el juego. A veces dudamos de nuestra consistencia y queremos dar con vida extraterrestre. Por sentido común y nivel de probabilidad, decimos, como si fuéramos fruto del sentido común o de una alta probabilidad. Inventamos en su día la moral para disfrutar de las sombras que se extienden en el paraíso perdido en el que nos ha tocado ausentarnos. Juzgar las sensaciones, qué gran desvarío. El místico se deja penetrar desde dentro. Sus derrames son profecías. El placer y el dolor cocinados como carne y pescado en la misma sartén. Cuando el éxtasis alcanza a dos amantes, queda el éxtasis y se disuelven los amantes. Sí, sabemos lo que es bueno, pero tememos su poder. El mundo lo retransmiten los informativos: sadismo condensado y puesto en escena por una cara agradable. Nos sentimos tan privilegiados por el dolor ajeno, que no dejamos de preocuparnos por él. Ultimamente nadie llama a la puerta para venderme enciclopedias, ni vida eterna. He puesto un anuncio en el periódico: en estos tiempos de crisis alquilo ventana, vistas deprimentes, buena altura, pavimento de calidad en la acera, eficacia asegurada, pago por adelantado.

 
 

Lex

 

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