Se abre el telón. Son Calderón y Shakespeare. Penélope abre su ventana y escucha el cielo sobre el teatro del mundo. Alguien explora lo más liviano de la semiótica. Es Umberto Eco. Los lenguajes no son reinos que instauran las palabras. Ellas no reinan. Ellas son lo que vuela y lo que se asienta. Una poeta indaga en el proceso de sedimentación y en la aventura del arrastre. Es Ángela Serna. Mucho más allá del juego de los contrarios y del afán de la acumulación, la poeta soporta ser consciente del tránsito. Resiste. Rastrea la huella mínima que, siendo efímera, contribuye a marcar los caminos. El camino es la unión. El camino lleva al cruce. Todo es camino y caminar. El caminante interioriza y anota. Aventura, valor, precisión. El azul es caída.Reposo y caída. Cielo y mares. De eternidad en eternidad. Tanto en el tránsito de la nube como en la pirueta de la ola. Igual que una crisálida abriéndose a las puertas del mar. Y la voz se adelgaza para buscar no sólo la belleza, sino también la pureza. Por tanto, hay destilación. No sólo busca la poeta el dibujo que deja en el aire lo ausente, sino que busca su perfume también. Y su melancólica melodía. Desde la orilla, sólo me llega / la voz de un viejo sauce llorando. ¿Qué importa el dolor entonces? El dolor que ya era se vuelve sustrato, medio y vía. Hay reparación. Es Flaubert. Es preciso franquear los límites para rescatar ...Nos devolverá la locura / la cordura de creer / que fuimos un tiempo / dueños / de nuestras / infracciones... Hay que rizar el rizo de lo más azul para hallar lo más luminoso. Tanto en la singladura como en el vuelo. Avanzamos lentamente confiando / al aire lo que es del aire. / Al mar lo que es del mar. Se cierra el telón y la lectora, emocionada, comprende que regresa de un viaje y de un reposo. Guarda en su memoria la odisea compartida en el laberinto de la palabra. Conoce un nuevo color, otra tonalidad más rica y matizada en el lecho del palimsesto. Y todo es agradecimiento y gozo. Y la lectora no desea salir del palimpsesto.