PROSTITUCIÓN
Se pueden amontonar las tristezas
como humus entre árboles de estarse quieto.
No sentir más que golpes
por los cuatro puntos cardinales:
Corte, sur, verte y olerte,
que brotan tras llorar por dentro,
que orinan sangre en las noticias
y esputan prostitutas en la calle
como manchas de pintura reseca.
No quedará nada que sentir, después...
Fin, por fin, el asalto sin dueño
de tierra revuelta por última vez.
Pero mientras, una ojeada a la libertad
y una maldición entre los ojos a los proxenetas:
Tú que quitas alas de mariposas,
abres sus piernas
y vendes sus entrañas.
Que te caiga la noche
y sientas en el corazón
espinas de humanidad.
AUTORRETRATO
A fuerza de violar el lienzo
con ocres venenosos y lilas penas,
amplias como la noche.
Brota mi retrato
a tanta distancia de mi reflejo
que es un millón de otros
y otro millón de mí mismo.
Me busco empedernido
en lindes, trazos, aureolas,
sombras, olores y marcos.
Contabilizo mi cabello minucioso
con debes, haberes y por haber.
Escudriño los surcos
que salaron mi tristeza
y las humildes huellas
de ciento cincuenta y siete besos
que en mi mejilla cayeron.
Y otros dos que me di yo mismo
al reconocerme por vez primera
desde el otro lado del espejo.
Aunque siga sin saber cierto
cual es reflejo de los dos,
o si sueño lo que vivo
y el resto estoy durmiendo,
o si eres tú, lector,
al que estoy imaginando.
Nada es como lo había escrito
o cambió mientras lo hacía,
y sin darme cuenta me dormí sobre la hoja
y me convertí en un fósil de poeta
en la resina de unos versos.
Y fue mi mejor retrato:
Un saco de dudas
que se inventa colores
para acunar su ceguera.
O un gato de angora
que en el arrabal de la realidad
se ahogaba con su pelo.
O un barquito chiquitito
que no podía, que no sabía,
que odiaba navegar.
O alguien con hambre de meta
que después quiso regresar
y ya no pudo hacerlo,
porque no hay tiempo de volver,
no se puede ir atrás,
no se puede atrás,
no atrás,
no ...volver.
GÁRGOLA EN LA ARENA
Me escribo despacio
en la hoja del mundo,
con buena letra y mal tiempo,
con más faltas que ortografía
y más recuerdos que porvenir.
Me hago verso nocturno
en la gala que nos grapa adjuntos
y nos remite a un destino
de labios mojados
y lenguas primaverales.
En el puerto, brilla una gaviota
con el vuelo tan congelado
como el mío desde los veinte
¿Qué viento hizo
fotografía el camino
dejando pasar los años?
Sé que discurrir no me hace bien,
y que esta ciencia
carece de doctrina.
Pero hay que abrirse de puertas
-de vez en cuando-
para echar el aliento vetusto
que genera maldición
con los dientes prietos,
y que pudre por dentro.
No me queda más valor
que continuar de pie
¡Volverme inmenso pie!
Y que me pinten de estatua
por no saber derruirme solo,
ni callarme, ni traslucirme,
ni cerrar los ojos.
Ya pueden vapulearme
los desprecios y los precios altos,
los injustos mandamientos de ser pobre
y las hipotecas congénitas
como enfermedades crónicas.
Que sigo puesto y sin gracia
como una gárgola en la arena
de una playa en invierno.