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ISSN 1989-4163

NUMERO 13 - MAYO 2010

I'm your Man

Lullu

Yo iba todas las tardes, disciplinada y voluntariosa, a clases de ballet clásico después del colegio, y luego, más tarde, después del instituto. Como las otras niñas me esforzaba con mis pliés y mis jetés en la barra, y en el centro con mis arabesque y piruetas. Escuchaba atentamente las indicaciones de la profesora e intentaba cumplir con lo que ella esperaba de mí. Caminaba erguida como una tabla, intentando borrar las curvas del cuerpo a base de contención y concentración. Mantenía la barbilla un poco elevada hacia afuera, la nuca despejada y el cuello largo, y me movía conducida por el pulso que ella nos marcaba. Pero no era ballet clásico lo que yo quería bailar. Yo quería bailar en un cabaret. No me preguntéis dónde había visto yo un cabaret en mi pequeña ciudad y a una edad tan temprana porque no tengo la menor idea. Pero si sé que yo quería bailar en un cabaret. Quería exponerme y desafiarme sin pudor. Convertir todo aquel legado de tul y lazos de color rosa en una exhibición de algo más oscuro, más bajo, más instintivo.

Desde un punto de vista puramente estético y sin tener en cuenta para nada el trasfondo histórico y las connotaciones sociopolíticas, mi estilismo iría en la línea de Charlotte Rampling en Portero de noche.
Ya lo sé. ¿Qué hace una jovencita viendo cosas que no entiende? Mis padres eran unos modernos y practicaban la fe de que una educación sólida y una estimulación lo más completa posible de tus inquietudes te debe llevar por lógica a una buena posición en la vida. Así que dejaban caer en mis manos todo tipo de cosas sin censura. Libros, música y películas que despertaban mis sentidos y me hacían soñar. Y ví Il portiere di notte porque a mi madre le parecía que Dirk Bogarde era la encarnación viva de Franz Lizst solo porque lo había interpretado en el cine y ella había quedado prendada de él cuando era jovencita. Creo que confiaban bastante en mi capacidad para distinguir la fantasía de la realidad y mantener ambas como dos compartimentos estancos que no se llegaran a mezclar. Sin embargo, con el tiempo se dieron cuenta de que no era capaz de asimilar todo lo que veía, todo lo que oía y todo lo que leía. Y que esa sobre-estimulación de mis sensibles sentidos se había convertido en una fuente importante de taras que me llevaron a tener curiosidad por un montón de cosas por las que se esperaba que no sintiera curiosidad. Y claro, ya sabéis lo que dicen, Curiosity killed the cat. Pero bueno, eso es otra historia.

La música que me acompañaría en escena sería de Leonard Cohen. La primera vez que escuché "I´m your man" supe que esa era la canción que yo quería bailar en mi número de cabaret. Esas palabras tomarían forma en mi coreografía y yo me deslizaría por el escenario, me exhibiría y me dirigiría a un extraño con una declaración completa de actos a los cuales estaba dispuesta a entregarme por él. Seré un boxeador en el ring, un padre para tu hijo, un amante, un enmascarado, una sombra que camina a tu lado, un perro fiel, un científico que examine cada milímetro de ti.

Por eso, cuando algún tiempo después vi Exótica me quedé tan enganchada con la historia de la película. Porque eso era exactamente lo que yo quería hacer. Bailar en silencio con Leonard Cohen sonando de fondo, no hablar, no entrar en contacto con nadie ni que nadie entrara en contacto conmigo. Solo estar en el escenario, exponerme en mi canción para el extraño y después quedarme tranquila.

No sé de dónde me viene tanta confusión en los términos. Supongo que lo que quería era que me dijeran todo eso a mí.

Your man
Fotografía: Sara Saudkova

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