A mediados de los años setentas la fotografía dio un giro radical con el advenimiento de la tecnología digital. En poco más de un cuarto de siglo la segunda invención de la fotografía, la primera había sido en 1839, se insinúa como fuerza dominante en el ámbito de las comunicaciones, el arte y la vida moderna en general.
La popularidad de la fotografía digital ha forzado a Kokak, la firma que inventó y comercializó la película de celuloide durante ciento veinte años años, a dejar de producirla para dedicarse por entero a cultivar y explotar la tecnología digital.
Tal como sucedió con la invención original, la nueva tecnología ha revolucionado la ciencia, las comunicaciones, las artes y los hábitos cotidianos de millones de seres.
El intercambio y diseminación de imágenes digitales a través del internet es asombroso. Se ha transformado el entretenimiento de masas, el cine, cuya dependencia en la cinta de celuloide es cada vez menor.
De ahí que se produzcan reacciones interesantes en el campo de la fotografía tradicional, mientras seguimos a la espera del puntillazo final.
Muchos fotógrafos han buscado refugio en métodos arcaicos retomando prácticas que parecían destinadas al olvido. El retorno a métodos antiguos ha dado origen a una regresión hacia las fuentes primarias. La película de gran formato en placas de 5 y 7 pulgadas no ha sido del todo sepultada. Ni lo ha sido el trapo negro por sobre la cabeza del fotógrafo, algo que pensamos había quedado relegado a los libros de historia.
El daguerrotipo ha regresado junto a las cámaras de cajón, al igual que los negativos de albumen, mezcla de clara de huevo con emulsión de sales de plata esparcida sobre placas de vidrio. Las imágenes resultantes, similares a las que estuvieron en boga a mitades del siglo xix, causan sensación a principios del xxi.
Fotógrafos respetados de este tiempo han comenzado a explorar otras posibilidades artísticas y se les ve marcando pautas bajo el influjo de técnicas antiguas.
Aquellos que aún profesan su fe en la película de celuloide continúan utilizando técnicas que hasta hace sólo unos años eran la norma y hoy día se consideran anticuadas, por no decir obsoletas. La fotografía tradicional, motivo de curiosidad, es mirada a distancia con cierto estupor por las nuevas generaciones.
El trabajo realizado por Neil Sloman, profesor de historia del arte y fotógrafo de la localidad de Whitstable, pintoresco pueblo situado en el Sudeste de la costa inglesa, es un buen ejemplo de lo anterior.
Sloman estuvo fotografiando artistas durante tres años en sus estudios de trabajo. Los retratos tomados con película de placa de
10 x 13 centímetros, son un recuento de rostros y actitudes de muchos habitantes de la localidad.
El resultado final puede ser interpretado como un retablo fotográfico del lugar a través de sus gentes. El pueblo se ve reflejado en un sector de su población y es dado a conocer al ancho mundo a partir de una página web.
Lo local deja de ser estrecho y pasa a convertirse en manifestación artística con proyección global. Lo uno combinado con lo otro entra a ser ganancia de todos.
Artists in Their Spaces, se llama este proyecto fotografiado con una cámara Linhof, de gran formato. Las copias en blanco y negro, de elegante factura, son una amalgama de artistas cuyos rostros parecen respirar ese aire de importancia que poseen las obras trascendentes.
“Las dificultades encontradas en el uso de esta cámara representan un reto y una oportunidad para explotar sus posibilidades”, dice el fotógrafo y añade: “Hemos perdido la magia al no tener como intermedio entre fotógrafo y sujeto el proceso químico que hace del revelado un hecho tan especial. Además, cuando se tiene frente a sí una cámara de cajón, con el fuelle desplegado y la parafernalia del trapo negro, el gran trípode y el fotómetro para medir la luz, la persona fotografiada se convierte, quiéralo o no, en actor de una pequeña obra. El retrato no es algo que se hace la ligera y por el contrario todo el asunto toma un cierto aire de ceremonia, de ritual”.
Este ritual ha desaparecido por completo con la inmediatez del retrato digital, con su revisión instantánea en el respaldo de la cámara y la posibilidad de retomar una imagen cuantas veces sea necesario.
Con esta muestra fotográfica Neil Sloman ha querido rendir homenaje a su padre fotógrafo, recién fallecido y, por extensión a aquellos artistas de la imagen que aún se esfuerzan por continuar en el antiguo arte del revelado y copia en papel de plata, a sabiendas que es nadar contra la corriente.
Nada ni nadie habrá de cambiar el curso de los acontecimientos a medida que estos se sucedan. Lo más probable es que lo digital acabará por desplazar la fotografía tradicional irremediablemente.
Mientras tanto, un puñado de pioneros modernos han comenzado a aparecer por todas partes para reivindicar el uso de la fotografía de las sales de plata, fundamento y esencia de un arte que ha durado por más de ciento setenta años y nos brindan con ello la esperanza que habrá de permanecer por muchos otros más.
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www.neilsloman.co.uk