Sin respirar apenas, para no perder también el aire. Si al menos tuviera el pelo largo... Le han cortado su melena. Ya no encuentra el consuelo del pelo en las mejillas, en la nuca. Y le han tapado los ojos. No hay imágenes reconfortantes. Imagina un frutero con limones y naranjas. Imagina un prado verde con vacas de ojos grandes. Ha recorrido las paredes con los dedos; las ventanas están tapiadas con tablones cruzados. Los ojos cerrados. Las ventanas cerradas. No huele a fruta sino a madera húmeda. Si te portas mal, acabarás en el cuarto oscuro. La sumisión es paz, ahora lo sabe. Los ojos cerrados. La boca cerrada. Daría cualquier cosa por morder un limón, por sentir algo en su boca seca. Y sigue guardando el aire, para que no se lo quiten. Lo único que le queda. Lo único de lo que está segura. Esa respiración que le dice que aún está viva.