¿Recuerdas nuestro vagar a lomos de camello? El tempo, muy lento, sin sorpresas: a un lado y a otro, arriba y abajo. La derrota, Serpenteante, nos adentraba hacia el sur, entre dunas que conmovían. ¿Y el silencio? Después del desierto nunca más hemos vuelto a oír del mismo modo. Bowles nos había advertido. Todo quedaba en suspenso, todo adquiría los matices de lo que llega por primera vez. Incluso el Anochecer fue el primer anochecer de nuestras vidas. Quizá el primero del universo.
La primera nocHe de del mundo nos sorprendió con la boca Abierta, sobre unas mantas ásperas como polvo muerto y al amparo de aquellos animales primitivos. Hubo oRaciones antiguas, en la hermosísima lengua que exhalaban espíritus nómadas. Allah akbar. Después, nos alejamos del fuego recién descubierto. Teníamos una cita. Un té en el Sahara con tres viejas damas: Vega, Deneb y Altaír . Ellas en su cenit, nosotros en nuestra confusión.
(La S sibilina se adentra entre dunas que te conmueven de soledad mientras tu boca abierta de admiración exhala una A que se va transformando en esa H aspirada e inexistente que te deja la garganta reseca como polvo muerto y cuya única determinación es permanecer abierta de nuevo en una A angustiada que pide socorro a la R, sin otra esperanza que abocar hacia la A en un final de expiración admirada.)
