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ISSN 1989-4163

NUMERO 13 - MAYO 2010

Cinco Minutos

Ana Márquez

Prácticamente no veo televisión, así que tampoco veo publicidad televisiva. Conozco su utilidad, la necesidad de las grandes compañías de ampliar mercado e informar a los potenciales clientes sobre sus productos en un medio tan popular, pero no acostumbro a prestar demasiada atención porque cada vez que lo hago tengo la sensación de que “alguien” en la sombra me está agrediendo de forma sutil pero efectiva, alguien que, curiosamente, siempre “veo” oculto en un lujoso despacho con aviones y rascacielos al fondo, con una media sonrisa burlona, con los brazos cruzados por detrás de la cabeza y fumando cigarrillos caros con boquilla. No sé si os pasa a todos. Hay spots publicitarios que me parecen un auténtico insulto a la inteligencia. Otros son artísticos, sí… De todas formas, si decido escribir algo sobre la publicidad no tengo más remedio que dedicarle algo de atención. Y eso es lo que hice anoche: reuní ganas, aparté tedio, y les permití robarme cinco minutos de algo que considero sagrado, no porque sea valioso, sino porque es una de las pocas cosas que de verdad poseo: mi tiempo.

Después de cinco minutos tuve bastante, apagué la tele y decidí hacer una lista de los mensajes erróneos (a veces subliminales, a veces absolutamente directos), las inexactitudes, las exageraciones, cuando no las mentiras descaradas que vi y escuché en tan corto periodo de tiempo, pero que son un botón de muestra de toda esa exposición de “valores” que está recibiendo cada día inyectada en vena sobre todo la gente joven, por ser, en principio, el sector poblacional más maleable, sin que podamos hacer nada al respecto. Sobre este asunto se han derramado océanos de tinta pero no pude ni quise reprimir mi humilde aportación al debate. Pensé que si alguien totalmente ajeno a la Tierra, a su Historia y sus trajines viniera de otro planeta y no se le permitiera obtener más información sobre la aventura de ser humano que aquella que ofrecen los anuncios publicitarios, el pobre alienígena llegaría, entre otras, a las siguientes, cuando menos, curiosas conclusiones:

-Si acudes a una entrevista de trabajo con el blanco de los ojos deslucido de nada te servirán tu currículum, tu talento personal o tu experiencia. Serás descartado sin contemplaciones.

-Los hombres nunca tienen gases. Sólo las mujeres.

-Los hombres nunca sufren estreñimiento. Sólo las mujeres.

-Las abuelas de pueblo ya comían pizza cuando eran niñas. A juzgar por la edad de las abuelas actuales, estaríamos hablando de la famélica España rural de 1940 / 50.

-Ponerse cierta compresa es el antídoto más eficaz contra el mal humor y la depresión menstrual. Basta ponértela para que todo se vuelva color de rosa.

-La mejor arma de una mujer para triunfar en cualquier campo es una barra de labios.

-Los bancos sólo desean nuestro bien.

-Pasar hambre es divertido.

-Si bebes cierto refresco de cola no tendrás más remedio que ser feliz. Si no lo eres es porque te has equivocado de marca.

-Si tienes caspa no te amará nadie, no tendrás amigos, no tendrás éxito y no conseguirás trabajo. Sólo te queda el recurso del suicidio.

-Si tomas cierto brebaje seudolácteo tu corazón estará blindado y nunca sufrirás un infarto.

-Las personas feas no existen.

-Las personas discapacitadas no existen. (Y si existe alguna su única ocupación es vender cupones, ocupación que las hace rabiosamente felices).

-Los ancianos no existen (excepto la señora que comía pizza en la España de postguerra).

-Las personas tristes no existen (excepto las que tienen caspa).

-Las modelos comen chocolate.

-A juzgar por la expresión de sus caras, lavarse los dientes produce un placer indescriptible.

-Ducharse produce un placer indescriptible.

-Afeitarse los hombres y depilarse las axilas las mujeres produce un placer indescriptible.

-Lavarse la cabeza produce un placer indescriptible (excepto si tienes caspa, en este caso es una actividad traumática debido al sufrimiento moral que produce este problema).

-Beber cierto batido hipocalórico es prácticamente orgásmico.

-Si controlas tus evacuaciones, controlarás tu vida.

-Tener piel de naranja es un estigma vergonzoso. (Casi como tener caspa).

-Si conduces cierta marca de automóvil y, de pronto, se te cruza una vaca cuando vas a 150 por la autopista, la vaca se desvanecerá en el aire y saldrás ileso. Pero sólo si conduces esa marca de automóviles. Si conduces otra te estrellarás.

-Los agentes de seguro sólo desean nuestro bien.

-Tener los dientes de otro color que no sea blanco es un problema de primer orden. (Aunque no tan grave como tener caspa).

-Si te pones un parche anticallos podrás bailar toda la noche con unos tacones de quince centímetros sin la más mínima molestia.

-Estar gordo/a, aunque sólo sean unos kilos de más, es la peor desgracia que te podría suceder. Peor que tener caspa, peor que un divorcio, la separación de alguien que amas o una enfermedad terminal. Peor que el desempleo o la muerte de un ser querido, peor que el destierro, la locura o la incapacidad. Estar gordo/a es lo peor de lo peor.

Y ahí lo dejé. Y lo entendí. Hace tiempo que lo entiendo. Si los medios de masas te persuaden de que las nimiedades son problemas y de que los problemas son nimiedades (que se te cruce un animal grande cuando vas a 150 por una carretera no me parece cosa de risa) es comprensible que el ser humano se haya convertido en un engendro buscador de felicidades ilusorias e inalcanzables en los lugares equivocados, en una marioneta eternamente insatisfecha, persiguiendo siempre como ideales los modelos preestablecidos por otros. El descontento se cifra en ganancias y esto lo saben los voraces tiburones del merchandising. Cuánto más descontentos estemos o creamos estar, más elegante será la cifra del superávit.

Y también entendí todavía mejor una breve conversación que escuché de pasada en unos grandes almacenes hace algunas semanas. Los protagonistas eran dos chavales que, al parecer, hablaban sobre la nueva novia de un amigo que no estaba presente.

-¿Viste el pantalón?, ja ja ja…

-… Le estaba estrecho, está rellenita…

-Qué rellenita, tío, está como una vaca, ja ja ja. Le salía la barriga por encima del cinturón, qué pasote… Qué cabrón el…

-Es una tía legal, es amiga de mi hermana Vane…

-¿Y qué? También hay tías buenas legales y no vas haciendo el ridículo por la calle con “eso”.

      ....
Y si este patrón de pensamiento fuera exclusivo de los adolescentes, no sería grave...
           ….

Me voy a buscar la luz. Es primavera y el sol barre las sombras que se quedaron amontonadas en los rincones del patio tras la retirada del General. ¿De qué marca será el sol? Creo que es ésta la forma que tiene nuestra estrella de publicitarse a sí mismo: llevándose las sombras, prometiendo la claridad, prometiendo una felicidad pequeña, simple e instantánea. Sólo que él no gana nada a cambio, es un mal negociante…

De acuerdo, me ha convencido. Lo compro :-)

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