Shiva Nataraja
Hermoso bailarín, pronuncia tus palabras,
estremece la noche con un ardor de estrellas.
Y en un rincón en sombra amasa un ojo frío
con que la tierra mida su propia arquitectura.
Tuyo es todo el poder y la danza que ríe,
el cosmos es un juego
de tu embriaguez ociosa.
Madrugada
Jardín en sombra ardiente.
La terca luz regresa dibujando las hojas.
Arrancando destellos de la piedra dormida,
el agua de la fuente susurra su lamento.
Desnuda en su misterio
llega la madrugada.
Y en ese mismo instante, ruidosos y agitados,
la ciudad y los hombres consuman sus rituales,
semáforos en rojo aturden la arboleda,
la muchedumbre amarga sin rumbo se apresura.
Hay un loco sentado en un banco del parque
contemplándolo todo
con mirada vacía.
A la orilla del mar
Muy lejos de los hombres edifiqué mi casa,
con pedazos de vidas construí un mundo nuevo.
Dejé que me arrullara el murmullo del mar
y contemplé gozoso el paso de las nubes.
No seré yo quien arme los carros de la guerra
o persiga la gloria en un corral de pavos.
No surcaré los mares, no gastaré la tierra,
valoro más la paz de este bosque en silencio.
Alimento y cobijo, la tierra los regala,
y una manta de lana me abriga en el invierno.
Un árbol que se yergue, absorto en la penumbra,
tiene todo el misterio que un hombre necesita.
En un instante brilla
Todo aquí se consuma, en este instante único
que teje los abismos recurrentes del tiempo.
Todo aquí te enamora y parte a un parpadeo.
Mañana es un fantasma, ayer una quimera.
Esta es toda la gloria que cabe entre tus manos.
Si aprendes a vivirla, respirará en tu pecho
el aliento feliz de un corcel poderoso
que en un instante brilla y en un instante muere.