Estimado Miguel Lorente, le confieso que he leído su artículo atraído por la estolidez del títular: “Los machistas también votan”. Toma, claro: y los estúpidos también votan, y los nazis y los crueles y los que pegan a sus hijos y los que comen kiwis... (y esto es lo más penoso, que alguien capaz de desayunar un kiwi conserve el derecho al voto), en fin, así es el periodismo, supongo.
Habla usted de 70 hombres que asesinan y 700.000 que maltratan. Me he preguntado un rato de dónde se saca esos oportunos 700.000 maltratadores. Ni idea, pero imagino que vienen de... ¡una encuesta! Corríjame si me equivoco o ilústreme: ¿vienen de las condenas por maltrato del último año del que hay datos? (menos de 15.000, tengo entendido) Creo que no, creo que es una encuesta del Instituto de la Mujer y además creo que no se refiere a 700.000 casos de malos tratos anuales, sino que es una extrapolación del porcentaje de entrevistadas que dicen haber sido maltratadas (no en el año en curso, claro está). De semejante extrapolación (si es este tanto por ciento y la población es tal, entonces damos por hecho que 700.000 mujeres han sido maltratadas) viene, según creo, ese dato.
Usted afirma que “cada año” (literalmente) el machismo maltrata a 700.000 mujeres. Y sabe que es falso (es decir, una extrapolación de una encuesta), que ni siquiera la encuesta dice eso (no habla de cada año, según he leído), pero qué más da, si es por una buena causa. Perdóneme, pero ¿le parece que cumple los mínimos de rigor intelectual? (no ya periodístico, que eso sería demasiada manga ancha) ¿Cómo puede comparar hechos con encuestas sin mencionarlo siquiera? ¿Cómo puede decir que cada año sucede lo que un porcentaje de mujeres ha dicho que le sucedió alguna vez? Por mucha razón que tenga, y yo toda se la doy de antemano, no vale todo. Es más: flaco servicio en mi opinión le hace a la causa que defiende (y que yo también defiendo, pero no así). Tener razón, y creo de verdad que usted la tiene, no da derecho a tanto. Peor aún, va contra la misma causa que dice defender y, a mi parecer, la debilita mientras que fortalece al machismo.
Esto, con ser grave, en mi opinión, es lo menos importante. Hasta hace nada, el diccionario académico definía (a mi parecer con acierto) el término “opinión” como: “ Dictamen, juicio o parecer que se forma de algo cuestionable”. Por supuesto: si algo no se puede poner en cuestión, ¿para qué opinar? Opinar que la lluvia moja, que los puñetazos duelen o que la libertad es buena no es opinar. ¿Es acaso cuestionable? Para opinar hay que aceptar la posibilidad de equivocarse, de no tener razón. Opinar es tomar partido en una discusión, no impedirla; dar que pensar, no evitar el pensamiento; buscar intelocutores, no reclutar aplausos. Si uno se arriesga a no tener razón, entonces está pensando. Si uno dice algo que no pueda ser discutido, entonces está impidiendo el pensamiento. Es el ademán despótico de quien habla en posesión de la razón para abolir al interlocutor. O para estigmatizarle: cualquiera que ponga un reparo a comparar churros con merinas (como yo he hecho) es un machista, ¡ahí queda eso!
Suena, perdone que se lo diga, a Inquisición. La más mínima duda te condena a la hoguera, como hace usted con Ciudadanos. Vaya por delante que no estoy de acuerdo con Ciudadanos, pero no así, no mediante la demonización y el aplomo totalitario del que tiene toda la razón del mundo. Ciudadanos, tengo entendido, discute que se quiebre el principio de igualdad ante la ley en el caso de la violencia machista. A mí me gustaría haber oído un argumento por su parte, pero quizá mi torpeza me ha impedido leerlo.
En cualquier caso, por muy equivocado que esté Ciudadanos, está expresando un juicio sobre algo cuestionable (y cuestionado no sólo por Ciudadanos). Responder a eso con el anatema (¡machista!) es bochornoso. Mejor sería explicar por qué no es lo mismo, cosa que a mi parecer no se molesta en hacer (salvo, de nuevo, mediante el uso de una oportuna macedonia estadística, que no es lo mismo que razonar).
A mí me parece, estimado Miguel, que hay que discutir lo discutible, que hay que razonar y persuadir, y que en ningún caso hay que responder con el anatema de que es usted un machista y por lo tanto a las órdenes del demonio, y no salen de su boca machista más que abominables machismos.
Habla usted en nombre de “la Igualdad y la Paz”. Formidable, todo el mundo puede atribuirse ese lugar privilegiado desde el que hablar. Eso es gratis y lo hace cualquiera. Y por cierto: ¿por qué rayos pone igualdad y paz con mayúsculas? Parece una gesticulación exagerada y que hace desconfiar: si alguien necesita escribir como Guillermo Stilton, subrayando con colores y mayúsculas los grandes conceptos, es que toma a sus lectores por chiquillos.
Mi opinión es que la sociedad es machista, ahí coincido con usted. Yo también, claro. Y usted, no faltaba más. Y las mujeres, por supuesto. No es un problema de los hombres (aunque las víctimas sean las mujeres, eso no es discutible). Es un problema social. Creo que es fácil de entender: por eso mismo hay tantos trabajadores (no todos taxistas) que son de derechas. Son las víctimas del poder, pero están de acuerdo con la ideología del poder. Seguro que los ha conocido, ¿verdad? El ser pobre y de clase obrera no te pone a salvo de la ideología dominante. Por sí solo, el ser mujer no te protege de la ideología machista, como el ser obrero no te protege de ser un facha.
Con toda sinceridad: estoy de acuerdo con usted, pero le pregunto: ¿cree que los medios justifican el fin? Para mí es al contrario. Vuelvo a citar a Marx: “El medio forma parte de la verdad, tanto como el resultado. Es preciso que la búsqueda de la verdad sea a su vez verdadera”.
En cualquier caso, seguiré apoyando lo mismo que usted, pero procuraré hacerlo sin faltas de ortografía (prometo escribir igualdad y paz siempre con minúscula y recordar que me dirijo a adultos) y sin hacer trampa ni bailarles el agua a todos los fariseos que dan palmas diciendo: qué malos son los otros, no como yo, que no soy nada machista. Al contrario, para mí lo más urgente es luchar contra lo que en mí haya de machismo. O de racismo. O de xenofobia. No doy por hecho que estoy libre de pecado. Ni mucho menos. Ni que el que otros pequen más me hace a mí bueno, como razona el fariseo.
En fin, me pongo a su disposición para que me ponga el sambenito que le parezca oportuno con las mayúsculas que considere convenientes.