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ISSN 1989-4163

NUMERO 70 - FEBRERO 2016

Talibanes Provincianos

Inés Matute

 

Reproduzco aquí el fragmento de un post que mi colega Marta Rivera de la Cruz colgó en su blog en febrero del 2009. Con Marta comparto no sólo intereses literarios y políticos, sino un modo de ver la vida que a mi juicio encaja a la perfección con la palabra SENSATO. Sensato es lo mismo que razonable, juicioso, ponderado, justo, imparcial, racional y muchos otros adjetivos que sin duda podréis encontrar en un diccionario de sinónimos. Desde ese post de Marta y sus “talibanciños” gallegos- o incluso antes- han sido muchas las tribunas en las que he defendido su postura, dado que como escritora en castellano que soy, han sido demasiadas las ocasiones en las que me he visto discriminada en Mallorca, mi tierra adopción, donde llevo residiendo la friolera de 28 años, donde pago mis impuestos y donde quiero creer que siempre he sido bien acogida. El fragmento del mencionado post es el siguiente:

“Apoyo incondicionalmente la defensa del bilingüismo. Apoyo la enseñanza de las dos lenguas, y el derecho de los ciudadanos gallegos a desenvolverse en una o en otra en igualdad de oportunidades. Apoyo que un estudiante pueda elegir entre hacer un examen en gallego o hacerlo en castellano. y que un profesor esté autorizado a presentar su memoria anual en uno u otro idioma. Apoyo que un enfermo pueda dirigirse a su médico empleando cualquiera de las dos lenguas oficiales. Apoyo que las oficinas públicas dispongan de impresos en castellano y en gallego. Que una instancia pueda presentarse en las dos lenguas. Que cada maestro dé sus clases en un idioma o en otro. Que el dueño de un comercio rotule sus productos en el idioma en que se sienta más cómodo. Apoyo, sobre todo, el derecho de cada uno a elegir sin coacciones en cual de nuestros dos idiomas quiere estudiar, trabajar y vivir. Apoyo, en fin, el ejercicio de la libertad, bien supremo de cualquier sociedad democrática.”

Entiendo que su postura queda clara. Y la mía, al reproducirlo aquí siete años más tarde. En las entradas más antiguas de mi blog podréis encontrar textos muy similares, textos que aluden a situaciones de desigualdad o clara injusticia y que, sorprendentemente, suelen coincidir con momentos en los que la alcaldía de mi ciudad es ocupada por los mal llamados progres, a menudo gracias a pactos entre partidos perdedores, y que no son otros que nuestros talibanciños particulares, gente ceñuda y provinciana que por defender los derechos de una minoría (y luego aclararé este punto con datos reales) no dudan en aplastar los de la mayoría restante.

El eje de este no tan breve apunte son los últimos premios Ciudad de Palma, unos premios que sólo han dejado clara la insalvable distancia entre realidad y deseo- la realidad es la incuestionable mediocridad de los pocos manuscritos presentados en catalán, única lengua en la que ahora se nos permite acudir a los premios- y el deseo- que no es otro que conseguir que los escritores en lengua catalana que compiten sean cada vez más y mejores-. Las cifras son de escándalo en cualquier país civilizado: En un año, hemos pasado de 66 originales en novela, a 11, y de 128 en poesía, a 16. Aunque después de toda la xenofobia y el sectarismo vomitado durante cuatro años contra todos aquellos mallorquines o forasteros que deciden expresarse y escribir en castellano, cabe sospechar que esos 27 manuscritos entrarán por la puerta grande en la historia de la literatura universal, o que, cuanto menos, sus autores irán rotando dignamente- un año este, un año el otro- hasta conseguir el ansiado premio por riguroso turno, dado que el grueso de la competencia se ha eliminado a las bravas.

Había que recuperar el “prestigi” de los Premios y aquí tenemos el modo: erradicando el castellano de la cultura balear. Mientras unos claman a nivel estatal por la futura ruptura de España, en Palma, el nacionalismo malentendido ya la ha borrado del mapa.

La cosa no es nueva. En alguna otra ocasión, y tras quejarme de esta infamia, se me invitó, y no demasiado elegantemente, a participar en certámenes organizados por ayuntamientos castellanos. El de Salamanca, el de Valladolid, etc. Señores: el premio se paga con el dinero recaudado a través de mis impuestos, y no sólo gracias a los impuestos de la intelectualidad mallorquina catalanoparlante. Y esta comunidad, como todo el mundo sabe, es oficialmente bilingüe.

El día que pague mis impuestos en Salamanca, acudiré con mis manuscritos a todos aquellos premios literarios que tengan a bien convocar. Mientras tanto, hagan el favor de rugir menos en clave catalana y de invitar a TODOS los escritores de las islas a participar en la fiesta. Porque todos, les guste a ustedes o no, hacemos Mallorca, como sí quedó patente el día del encendido de las luces navideñas, cuando fue un niño saharaui el encargado de darle al interruptor. Que se note ahí el toque progre, qué carajo. Antes el colectivo saharaui, o marroquí, o senegalés, que el inmenso colectivo de los castellanoparlantes. Esos, que se joroben. O que emigren a Toledo si aspiran a ser tratados dignamente. Eso es lo que ustedes dejan entrever con su palurda actitud provinciana.

Tal y como están las cosas, me estoy planteando seriamente acudir al defensor del pueblo. Hablar y escribir en español en España, por lo visto, es poco menos que pecado.

 

 

Talibanes provincianos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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