Autor: María Oruña. Editorial: Destino (2015). 432 pgs. 18,50 €.
María Oruña nos hace el regalo de dos historias en un único volumen, ambas pueden titularse Puerto escondido. Sus comienzos son distintos temporalmente pero convergen en el momento exacto y preciso de la historia. Mezcla lo policial con la historia de una familia, desde la Guerra Civil hasta nuestros días.
La autora pretende recuperar la memoria de su abuela y la de otros vecinos de la zona para construir este relato. Nos encontramos con una mezcla de géneros, incluido el humor. La trama tiene dos líneas argumentales, situadas en tiempos diferentes y con estilos muy distintos. Una tiene como protagonista a Oliver Gordon –actualidad- y la otra se recrea en una niña, Jana, contada a través de un diario del cual no se sabe exactamente quien lo escribe… hasta el final.
Oliver, un joven londinense con una peculiar situación familiar y una triste pérdida, hereda una casona colonial, Villa Marina, a pie de playa en el pueblecito costero de Suances, en Cantabria. En las obras de remodelación se descubre en el sótano el cadáver emparedado de un bebé, al que acompaña un objeto que resulta completamente anacrónico. Tras este descubrimiento comienzan a sucederse, de forma vertiginosa, diversos asesinatos en la zona (Suances, Santillana del Mar, Santander, Comillas), que, unidos a los insólitos resultados forenses de los cadáveres, ponen en jaque a la Sección de Investigación de la Guardia Civil y al propio Oliver, que inicia un denso viaje personal y una carrera a contrarreloj para descubrir al asesino.
Ninguna de las dos historias se sobrepone a la otra –siendo igual de interesantes-, pudiéndose leer por separados sin que se eche nada en falta… pero las dos se complementan perfectamente. Cada uno de los personajes tiene, en cada momento, su peso en la historia… lo que dice mucho de la maestría de María Orduña: Oliver, la inspectora Valentina Redondo, Jana, la señora Ongayo, la misteriosa y sorpresiva sor Mercedes.
Los escenarios son geniales y muy bellos, como bellos son los pueblos de Cantabria –protagonistas silenciosos- con descripciones muy visuales… Santillana del Mar, Comillas, Suances, fundamentalmente.
María Oruña maneja muy bien narración y diálogos. Con una prosa sencilla y directa mantiene el interés del lector hasta el final. El tono de lo escrito es diferente en ambas historias pero el ritmo es ágil, la meta previsible pero con alguna que otra sorpresa.
Una novela para comenzar con buen pié el año 2016.
María Oruña (Vigo, 1977) vive en Galicia, aunque de padre cántabro y pasa muchos veranos en Cantabria, donde ha ambientado Puerto escondido.
Es abogada y ha ejercido durante diez años, tomándose un breve respiro para investigar, escribir y ser madre. Actualmente, ha vuelto a ejercer por su cuenta y está recabando datos para otra novela que, aun siendo independiente a Puerto escondido en cuanto a trama principal, está planeando hacerla con los mismos personajes y resolver así alguna trama secundaria del primer libro.
En enero de 2013 autopublicó La mano del arquero, que, aunque se configura como novela de ficción, tiene gran parte de contenido jurídico, ya que no sólo trata temas como la valentía, la maternidad y la amistad, sino y sobre todo, sobre el acoso laboral.
Anteriormente, ha realizado alguna pequeña colaboración en webs como www.galiciaencantada.com, en gallego, publicando relatos históricos como el de A dama do vento.
Conversamos con María Oruña en este número de febrero…
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace Puerto escondido?
R.- Fue la suma de varios factores no premeditados la que terminó por cuajar Puerto Escondido: un paréntesis laboral en el año 2013, unas historias perdidas en la memoria oral que siempre había querido rescatar, un crimen en los años cincuenta -en la costa- que descubrí por casualidad…
P.- ¿Por qué Cantabria?
R.- Por dos razones básicas. La primera, que empecé a investigar sobre cómo se vivía en los años cincuenta a raíz de descubrir un crimen muy brutal que tuvo lugar en la costa cántabra; y la segunda, que el material histórico de que disponía estaba circunscrito a Cantabria, y la gran mayoría procedía de memoria oral, no documentada por escrito, y pertenecía a aquella gente y a aquella tierra.
P.- Me resulta curioso el personaje de Oliver Gordon ¿cómo se le ocurre? y ¿el de la teniente Valentina Redondo? ¿Hay algún guiño a Dolores Redondo?
R.- Oliver Gordon no es español y, sin embargo, busca en Cantabria la posibilidad de ser feliz, porque allí disfrutó de soplos de felicidad y porque allí se encuentra su “puerto escondido”. Sin embargo, la cobardía de escapar de todo aquello que le va mal en Inglaterra, supone valentía para empezar desde cero en España: es un exponente más de que todas las historias tienen dos lados. Me gustaba que fuese extranjero para posicionarlo al lado del lector y que ambos fuesen descubriendo lugares y costumbres a la vez; escogí que fuese originario de Londres porque es una ciudad especial para mí, en la que trabajé hace años y de la que tengo recuerdos increíbles.
Valentina representa la dualidad de toda la novela: dos voces, dos maneras de contar la misma historia, dos mujeres en una; por un lado, la firme, implacable, rígida y astuta, dentro de un cuerpo militar. Por otro, la insegura, la que se siente culpable, la que necesita un abrazo. El apellido Redondo es un guiño evidente a Dolores Redondo, en efecto. Admiro a esta escritora, que “inventó” un subgénero —qué difícil— incluyendo mitología en novela negra. Sin embargo, mi guiño obedece más a razones personales que literarias: para mí fue un ejemplo a seguir a la hora de escribir y creer en la posibilidad del sueño de publicar.
P.- ¿Cuál ha sido su base documental?
R.- En la voz del pasado, unas cuantas enciclopedias históricas, libros sobre los maquis y, sobre todo, anécdotas y memoria oral que en gran medida proviene de mis abuelos y de mi familia cántabra.
En la voz del presente, tal y como se indica en los agradecimientos de Puerto Escondido, conté con la generosidad de la directora del Instituto de Medicina Legal de Cantabria en Santander (Pilar Guillén) así como con la colaboración de la Guardia Civil de Suances, Santander e incluso Madrid.
P.- Defina brevemente qué es para usted la novela negra. ¿Quién es su referente?
R.- No es fácil responder a esta pregunta, porque la novela negra ha evolucionado y por fortuna no está encorsetada. El año pasado estuve en Getafe Negro, en Madrid, y curiosamente los autores con los que compartía mesa decían que ellos “no escribían novela negra”: todos aderezaban el género consigo mismos; historia, denuncia social, casuística real… ¿Cuándo hablamos de novela negra: cuando hay un asesinato y una investigación? Yo tampoco considero que escriba novela negra, y mucho menos clásica: yo escribo novela de misterio, entremezclando thriller, historia, acción y un poco de humor. Por eso no puedo dar referentes de género negro, porque leo de todo, desde clásicos hasta desconocidos: persigo historias, no autores.
P.- ¿Hasta qué punto es necesario este género en nuestra sociedad?
R.- No creo que el género en sí sea necesario, como tampoco considero necesario de forma estricta que exista la novela histórica, ni la romántica ni la fantástica. Considero fundamental, como decía antes, que se creen y promulguen historias honestas, de cualquier género o matiz, porque hay un libro para cada momento: para reflexionar, para reír, para soñar, para cuestionarse a sí mismo.
P.- ¿Cree que el género negro ya no es considerado como literatura de 'segunda clase'?
R.- No, pero quizás porque este género se ha dejado modelar y trabajar por manos del siglo XXI, sin atarse al clásico del detective atormentado, con su gabardina y su sombrero de ala. Yo creo en la evolución, en estar siempre en constante movimiento: no porque una fórmula funcione hay que repetirla hasta el agotamiento.
P.- ¿Se inclina más por la personalidad del criminal o del agente de la ley?
R.- Magnífica pregunta: confieso que la personalidad criminal es la que más me interesa. Es cierto que el “agente de la ley” puede y suele tener sus propios diablos, pero normalmente navega entre coordenadas de cordura. Sin embargo, para mí es importante que el “criminal” se encuentre bien fundamentado: ¿por qué hace lo que hace? ¿Con qué finalidad? No creo en el “mal por el mal” siempre hay una causa para todo: que sea creíble y esté bien atada es un trabajo en el que el escritor debe hilar muy fino.
P.- ¿Sangre o psicología?
R.- Psicología, comprensión de porqué cada cual, en el puzzle de la novela, hace lo que hace. Hay cosas que nunca se pueden justificar, pero sí comprender.
P.- Elija arma y técnica, ¿cuál es su medio preferido a la hora de matar?
R.- ¡Vaya pregunta! No tengo un medio preferido para matar a los personajes literarios; cada trama, cada circunstancia, exige el método. Pero en todas las formas, por lo general, sí incluyo alguna curiosidad médica o forense, que enriquece la historia y puede ser incluso una de las claves para resolverla.
P.- ¿Hay algo que no incluiría nunca en sus novelas?
R.- Crímenes expresamente escatológicos o que se regodeen en la muerte en sí, no en resolver su causa y finalidad. No me encandila la literatura especialmente hiper realista o sórdida, porque me da la sensación de leer crónica negra periodística, no literatura.
P.- ¿Cuales son sus géneros y autores favoritos?
R.- No creo mucho en los géneros, ni en las etiquetas, porque parecen que “envasan” las historias como productos, como si fuesen vitaminas de las que tirar según tu estado de ánimo. Tampoco soy mitómana y no tengo ningún autor de cabecera, pero sí tengo historias de autores que me han llamado la atención y de las que inevitablemente he absorbido parte de mi forma de escribir.
Me gustan, en general, todas aquellas historias en las que hay un pequeño o gran misterio que resolver, y suelo escapar de los géneros fantásticos; me encanta todo aquello que incluye pinceladas históricas y costumbrismo local, y me atraen irresistiblemente las biografías. Autores que admiro y respeto, hay muchos: Anna Gavalda, Fred Vargas, Stieg Larsson, Rosa Montero, David Safier, Arturo Pérez Reverte, Isabel Allende,…
P.- ¿Qué está leyendo ahora mismo?
R.- Acabo de empezar un libro en gallego, Tes ata as dez (Tienes hasta las diez) de Francisco Castro, aunque mientras escribo reconozco que apenas leo o lo hago muy de vez en cuando. Tengo que sumergirme en mi propia historia, en la que estoy creando.
P.- Como lectora, prefiere: ¿libro electrónico o en papel?
R.- Prefiero el libro en papel: es más, lo necesito. Me han regalado un libro electrónico muy moderno que he tenido que devolver, no terminaba de convencerme, aunque supongo que es cuestión de hábito.
P.- ¿Qué manías tiene a la hora de escribir? ¿Cuál es su método de trabajo?
R.- No soy muy maniática: primero me documento, que es algo que puede llevarme meses, y ahí soy un poco caótica, dejo que un descubrimiento me lleve a otro y veo cómo se va creando la historia ella solita. Después, toca pasarlo a papel, materializar lo que he imaginado, y suele ser un trabajo metódico con horarios amplios de trabajo: normalmente, los que me permite la conciliación familiar.
P.- Cuente alguna curiosidad literaria personal que le haya ocurrido y no ha sido desvelada hasta hoy.
R.- En una ocasión, curioseando en libros de Historia, descubrí que una antigua iglesia medieval había tenido una salida “secreta” —aunque era habitual por aquellos tiempos— en una zona determinada. Viajé hasta aquel lugar y descubrí los restos del pasadizo, apenas visibles. Esto me hizo interesarme todavía más por los misterios y por los libros, que definitivamente son algo vivo y maravilloso.
P.- Sus planes a corto y medio plazo ¿son?
R.- Seguir escribiendo y terminar el segundo libro que conformaría un inicio de “saga” de Puerto Escondido. Poder ser escritora a tiempo completo sería un lujo extraordinario, y tengo, además, varias historias navegando por mi cabeza, una de ellas ambientada en Galicia.