Antiguamente se hablaba del libre albedrío. Un concepto moral sobre la libertad de opciones. Algo así como si el mundo estuviera parcheado de indicadores y cada cual pudiera orientar sus pasos según sus preferencias o aversiones. Ahora tenemos tantas señales que no sirve ninguna. El sistema binario se ha caído y los links con la realidad nos arrastran por un laberinto de senderos que se bifurcan infinitamente. El libre albedrío es una falacia viejuna que no nos ayuda a elegir en nuestro ecosistema poroso e inestable. El bien y el mal definen perfiles literarios o mitológicos (elfos y troles), pero no sirve para fotografiar a nuestros contemporáneos. El sistema binario adquiere un ADN digital y los paradigmas de contrarios tienen los días contados. Por eso no dejemos para mañana el placer de hablar de lo bifactorial, contrastivo y polarizado. Antes de que nos disolvamos en la complejidad.
Dualidad Estrategas-Comprobadores: Hay gente que sirve para desarrollar estrategias expansivas y gente interesada en comprobar hipótesis nulas. Los estrategas son briosos, potentes, persiguen metas y se plantean retos. A veces actúan en solitario, como cazadores furtivos, y otras se reúnen en cuadrillas, o incluso ejércitos, para capturar a sus presas o abatir a sus enemigos. Rastrean con su mirada, otean, promedian. Emplean toda clase de utensilios, productos y herramientas de cálculo para optimizar sus ejecuciones; lo cual los convierte en amantes de la tecnología, la reglamentación, la industria química y el álgebra de Boole. Los comprobadores de hipótesis, por el contrario, son dependientes de la curiosidad. Lentos, fantasiosos y aparentemente torpes, imaginan, indagan, recolectan datos, cotejan, reflexionan y nunca irrumpen en los contextos puesto que los consideran laboratorios. Actúan en solitario o en tándem, discretamente, casi subrepticiamente, muy centrados en acontecimientos pasados, situaciones inesperadas, individuos específicos o claves y códigos que les resultan llamativos para resolver enigmas.
Desde estas dos modalidades de reconocimiento de la realidad, los unos intervienen, alteran y logran; siempre justificados por su naturaleza vehemente y nunca contritos por las consecuencias de sus actos. En tanto los otros observan con asombro, deleite o dolor, tratan de averiguar y comprender los procesos, hechos, eventos, dinámicas, reacciones; analizan pequeñas porciones de tejidos, substancias, materias y efectúan cálculos milimétricos para deducir pautas o evidenciar patrones. Si un comprobador le advierte a un estratega sobre un peligro o consecuencia indeseable, el estratega interpreta su advertencia como cortapisa e incluye al comprobador en el círculo de sus enemigos o adversarios. A partir de ese momento estará en su punto de mira y puede ser blanco de su ataque.
De este desdoblamiento de especies se deduce que deberíamos actuar en comandita si queremos un mundo en condiciones óptimas. Sería algo así como una empresa en expansión con departamento de impacto medioambiental. Algo como un nuevo orden tanto emprendedor como analítico, tanto vigoroso como armónico.
Pero todo tiene ya su dueño. El suelo está parcelado. Y también el cielo. Las ciudades están llenas de hidalgos (hijos de algo) que defienden sus señoríos. Dondequiera que pises, violas una frontera invisible y transgredes una ley no escrita. Eso lo saben los comprobadores pero no los estrategas, ya que estos se ocuparon de diseñar las reglas sin respetarlas, de preservar sus feudos sin declarar ingresos y de atesorar excedentes en las islas Caimán. Lo integral, lo solidario, lo conforme a la lógica del equilibrio solo produce sobrecostes. La materia gris de los comprobadores se considera un dispendio para el sistema. Se tolera, aunque quizás fuera mejor erradicarla.
Aquí lo dejo. Tal vez no sea tan mala idea buscar contrarios para encontrar síntesis antes de que la realidad se disgregue. Quién sabe.