Alguien me dijo que no me la perdiera.
EN LA CASA es una película del director francés François Ozon con un argumento simple: un profesor de literatura de instituto desencantado de sus alumnos y escritor frustrado que se quedó en la publicación de un único libro hace ya demasiado tiempo y que pasó desapercibido descubre, a partir de un ejercicio de redacción en una de sus clases, a un misterioso alumno aventajado que le va fascinando poco a poco y por el que siente una atracción especial. Este es el punto de partida de una película sobre literatura, o más bien sobre la creación literaria, sobre el acto de escribir, en la que partiendo de ese descubrimiento arranca una historia donde la realidad y la ficción transcurren en paralelo y se entrelazan cada vez más hasta que nos hace levantar los pies del suelo y dudar si lo que estamos viendo es lo se está escribiendo o lo que de verdad está pasando. Un juego de espejos donde se confunde qué es lo que se refleja en qué, si es la realidad la que ejerce su influencia en la ficción o si es todo lo contrario.
La realidad como base de la ficción, el transcurrir cotidiano de gente normal como inspiración, las personas de nuestro alrededor como protagonistas de nuestro relato, y la observación constante como motor de la historia. Ficción y realidad como dos estados que se retroalimentan, que se necesitan.
Y la escritura como escape, como fuga de la propia realidad cuando ésta nos es desagradable, cuando nos inmoviliza. La posibilidad de salir de allí y vivir otras vidas mejores, aparentemente mejores.
No es sólo una película para ver, es una película para paladear, para encontrar el gusto de cada detalle antes de su digestión.
Un buen final es aquel que tiene la capacidad de sorprender al lector pero a la vez es el que mejor encaja, algo así dice el personaje protagonista en una de las lecciones particulares medio improvisadas en los pasillos del instituto. Porque EN LA CASA no es sólo una película genial en su sencillez sinó que es una verdadera lección de escritura creativa en apenas hora y media.
Una película mágica que a la vez pone sobre la mesa diversas taras de las relaciones humanas actuales, la ambición, la frustación, la insatisfacción, los problemas de pareja, el desmoronamiento del modelo vital en el que a veces se sustenta la clase media. Todo narrado sin prisa, sin dejarse nada y con un ritmo preciso y que va adquiriendo toques de Hitchcock conforme avanza la trama, conforme se escribe la historia. Y una escena final impresionante, cómo es posible decir tanto, narrar tanto en una sola escena, recapitularlo todo en una sola imagen y darle esa puntilla tan perfecta. Ese final rotundo.
Genial, y creo que todavía está en cartelera.