Ni en sueños usaría sus plumas para escribir un ripio. Pero hoy sueño con ellas, esos seres abyectos y entrañables. Quizá no se merezcan mi sueño. Corretean. Cacarean. Sus vuelos son cortos y torpes. Gallinas blancas con plumas sucias de excrementos. Caricaturas en un sobre de sopa instantánea. Batallón de condenadas en una granja. Ponedoras escandalosas. ¿Quién fue primero la gallina o el hombre? ¿O fue el huevo? Un buen caldo de gallina para resucitar a un muerto. ¿Por qué me mirarán con esos ojos tan tristes y tan esquivos? Madres de hijos con cáscara. Las hay con suerte: las permiten escarbar entre el estiércol. Tajo certero y ¡al puchero! Olvidados cadáveres en autopistas vertiginosas; que caro han pagado atravesar la cerca. Huidizas nínfulas para el rey del corral. Orgiástico sabor en pepitoria. ¡Vedlas como huyen!, parecen hombres desesperados. Se me ha puesto la piel de gallina. En italiano: “Mi vene la pelle d´occa”. ¿Y esa cresta tan ridícula? Pero ¿hubo alguna vez gallinas mensajeras? Desde el gallinero casi no se ven los actores. ¿Jugamos a la gallina ciega? Soy un trasnochador, no me gusta acostarme con las gallinas. “La gallina Turureta, ha puesto un huevo, ha puesto dos, ha puesto tres…”, ejemplo de parto múltiple para niños. Ha fallecido la gallina de los huevos de oro. Que en paz descanse. Era una vez un pollito, que jugaba en la casita, de una pobre gallinita, que se comía un granito. ¿Muslo o pechuga? ¡Oiga, pollo! ¿Es a mí?, respondió una gallina travestida. Cuidado con el zorro: es mal consejero. La concubina de un pollo geómetra ponía huevos cuadrados. Corren malos tiempos para las gallinas en el Sudeste Asiático. Eres más puta que las gallinas. Si Alicia hubiese perseguido una gallina en lugar de un conejo blanco, por lo menos se habría preparado un buen caldo. Lewis Carroll pensó en un remake, créanlo. La gallina de las 9.30 p.m. lleva retraso. ¡Cobarde! ¡Gallina! ¡Sigue soñando!