En la nueva generación de cuentistas españoles actuales (la más brillante y saludable de los últimos 25 años), el malagueño Juan Jacinto Muñoz Rengel ocupa un lugar destacado, no sólo como autor, sino también como antólogo (aún disponible en librerías el volumen “Perturbaciones”, una de las mejores muestras del cuento fantástico español de nuestros días), o como divulgador de obras ajenas a través de su programa literario en RNE. Rengel se fogueó desde muy joven en las trincheras de los certámenes de relato, habitual escuela de muchos cuentistas, y desde su primer libro recopilatorio “88 Mill Lane”, mostró con orgullo sus influencias y sus notables credenciales para la ficción de tono fantástico, engrosando la nómina de autores actuales que han roto con el sacrosanto cuento realista español (desde los 50 coleando aún en sus estructuras argumentales, como si el postrero Aldecoa no hubiera vislumbrado ya en “Los pájaros de Baden-Baden” su agotamiento).
En España no sólo se ha menospreciado durante décadas el género breve, también fue poco prolífico el cuento fantástico (en todas sus vertientes, desde el terror a la ciencia ficción) hasta bien entrados los 80, cuando algunos de los pioneros (Padrós de Palacios, Víctor Mora) y otros ya aceptados hoy como maestros (Pilar Pedraza, Elia Barceló, Merino, el primer Martínez de Pisón) empezaron a ser tomados en serio y a ser leídos por jóvenes escritores. Rengel, sin duda, fue uno de ellos.
El autor presenta ahora su segundo libro, “De mecánica y alquimia”, defendiendo de nuevo los ingredientes del cuento clásico. Todo en la cuentística de Rengel rezuma el aire de aquellos relatos con los que la mayoría empezamos a leer y a imaginar mundos fantásticos, misteriosos y sorprendentes (al cabo, los universos de ficción que nos han acabado acompañando para siempre). No encontrará aquí el lector historias urbanas con prosa de motorista gangoso ni una nueva entrega de esos soporíferos relatos de denuncia que parecen urdidos por integrantes de alguna sospechosa ONG. En “De mecánica y alquimia” el lector se dará de bruces con el cuento puro, con sus posibles puertas por abrir, con sus finales muchas veces sorpresivos, con los más frecuentados (y sin embargo más queridos) elementos de la ficción: monstruos, autómatas, visionarios apocalípticos, inventos maravillosos, libros secretos, la búsqueda de la piedra filosofal, etc. Todo ello narrado con una prosa generosa, llena de inventiva, rica en matices, capaz de enhebrar atmósferas envolventes e inolvidables. Con una cronología ascendente, que va de la Edad Media a nuestros días, y siempre con esa dualidad tan stevensoniana del bien y el mal pivotando sobre los protagonistas, Rengel nos ofrece un trepidante viaje en el tiempo a través de las historias de engendros mecánicos varios y de prácticas alquímicas con las que desde antaño el ser humano quiso retar los límites de la lógica y desafiar sus propios miedos. Poe, Maupassant, Quiroga, Lovecraft, Borges y muchos otros están presentes en este libro, como no podría ser de otro modo. Hay relatos sobresalientes, como “Lapis philosophorum” donde aparece el hijo bastardo de Nostradamus, o “La maldición de los Zweiss”, de resonancias macabras, aparte de otros cuentos notables. En suma, Rengel consigue el difícil reto de revalidar el logro de sus maestros, y, como ellos hicieran antaño, nos devuelve a aquella isla lejana de la imaginación donde pasamos tantas horas felices.