Título: Cambio de Rasante. Autora: Itziar Mínguez Arnáiz. Baile del Sol. 2015. 68 páginas. 10€.
Con una producción literaria que alterna narrativa, guiones para televisión y poesía, Itziar Mínguez Arnáiz (Barakaldo, 1972) inicia itinerario en 2006 con La vida me persigue, Premio Internacional Surcos. El libro encuentra de inmediato continuidad en Luz en ruinas, Cara o cruz, Pura coincidencia y Wikipoemia. Esta notable cosecha en apenas un lustro tiene amplia representación en las antologías y retratos de grupo que dibujan con trazo apresurado las bifurcaciones del ahora poético.
Llego a la poesía de Itziar Mínguez Arnaiz desde el cristal limpio de su última salida, Cambio de rasante, un conocimiento tardío que justifica la digresión que sigue. Cuando se visita por primera vez el mapa creador de un poeta es casi un acto reflejo percibir en sus elementos la genealogía natural, el aire de familia con autores asentados en el canon. Así se descubre poco a poco el carácter epigónico del discípulo, los tramos de aprendizaje o se asiste a la felicidad de ver convertidos a los predecesores en un montón de arena maleable, dispuesto al uso inmediato en nuevas construcciones. Cambio de rasante incorpora en la dedicatoria inicial un nombre propio, karmelo C. Iribarren, que enciende las luces de situación del ideario poético de Itziar Mínguez Arnáiz. Pero son los poemas los que van sembrando indicios evidentes en el lector: una lírica despojada, esencial, que confía en su cierre en el enunciado aforístico y que incide en sus temas en el muestreo reflexivo de la peripecia existencial del sujeto verbal, sin circunvoluciones infantiles de piedra en el estanque, ni densidad espesa de filosofía grandilocuente.
El vocabulario entrelaza palabras conocidas, con el tacto lijoso del uso diario, que se ajustan en su parquedad descriptiva a la precisa configuración epidérmica de un guante de látex.
Así que no es difícil sentarse para oír la verdad literaria del poema con la música ambiente de una emoción compartida. Las palabras se pronuncian sin un gesto de altanería, con la terquedad que requiere afrontar el frío y la desolación de las horas laborables, para sacar la conversación del punto muerto: “No me digas que no es extraño / tenerlo todo / y no sentir nada / nada más que el pulso / acelerado del silencio / en tu garganta / boicoteando ese grito / que no termina de salir. “
Las palabras exploran alrededor, se miran dentro, buscan la improvisada lección de lo diario, reconocen humedades y sombras, miden el trazo firme de las arrugas y constatan que es preferible seguir, intentar poco a poco el cambio de rasante y no hacer el itinerario inacabable o más complejo.
El minimalismo expresivo se mantiene también en la estética del poema. Frente a la palabra concebida como búsqueda cognitiva, como terapia del discurrir inane o como empeño en dejar en tierra firme el carácter transitorio y fugaz de la condición humana, el escepticismo es la ropa gris que resguarda el poema. Sin más. El yo desdoblado se responde a sí mismo en el azogue de los versos: “Por qué escribes / y para quién / qué pretendes encontrar / o esconder / cuando tengas respuesta a estas preguntas / aparca el boli / para siempre”.
La poesía de Itziar Mínguez Arnáiz muestra las arrugas de lo diario; hace una crónica sin titulares del roce, cierra los ojos cuando las sombras dejan en el instante algún sueño. y pone entre los versos un poco de ternura. Para que encuentre sitio el próximo minuto.