Mirad las dos imágenes que acompañan a este artículo. ¿Os ofenden visualmente? ¿Van demasiado lejos, son incorrectas? Una ya pensaba que lo había visto todo, pero no. Aún recuerdo el impacto familiar que causó aquel anuncio prehistórico (1990) cuyo eslogan era “´Póntelo, pónselo” y que proponía el uso del preservativo como medida necesaria para evitar embarazos no deseados así como el contagio y la propagación de enfermedades sexuales desde la más temprana adolescencia. En no pocos hogares se comentó que aquello parecía “normalizar” el sexo entre gente “demasiado joven” y que no les parecía bien que la campaña se canalizara tan desenfadadamente a través de la televisión. ¿Sexo fuera del matrimonio? ¿Sexo entre críos? La idea rozó el escándalo en no pocos hogares de nuestra carpetovetónica España, si bien fue una medida acertada muy en consonancia con el pánico al SIDA que se extendió por aquellos años en todo Occidente.
Desde entonces han pasado 25 años y hemos visto anunciar en prensa y televisión cosas que hace no tanto nos parecían inauditas: compresas y ropa interior para señoras incontinentes, geles térmicos o de sabores para disfrutar de un sexo lúdico y desinhibido o empresas que utilizan la cara de un monarca para empujarnos a la infidelidad discreta entre casados. Pero en pleno siglo XXI, hay un tema que aún sigue siendo tabú: la menstruación. Cuanto más se naturaliza, curiosamente, más incómodo resulta. ¿Por qué? ¿Por qué va unido a la sangre? ¿Porque es algo sucio y maloliente?
La firma estadounidense Thinx, pionera en diseñar ropa interior diseñada para los días de regla, acaba de vivir esa animadversión en primera persona. El metro de Nueva York (MTA), sin ir más lejos, rechazó los anuncios que ahora estáis viendo por utilizar la palabra “período”. Outfront, la compañía que vende los espacios publicitarios del metro neoyorkino criticó la campaña por mostrar demasiada piel y ser inadecuada para los usuarios del transporte público. Las susodichas fotos muestran a mujeres en posturas incómodas junto a elementos como un huevo crudo o medio pomelo, que aluden al malestar físico y emocional que nos acompaña durante esos días. Outfront insiste, eso sí, en que esta forma de censura no debe ser tomada como discriminatoria hacia las mujeres. En esta sociedad a la vez conservadora y pro derechos de los “diferentes”, tal vez el cauce adecuado para hablar de los problemas higiénicos de la regla hubiera sido colocar en los anuncios a un flamante transexual de enormes tetas (el pecho sí se tolera) con una compresa sucia en la mano. Entonces nadie hubiera osado alzar la voz, no fuera a ser que se le tachara de intolerante, reaccionario y discriminador. Si en el lateral se hubiera añadido la banderita arcoíris, la bendición colectiva estaría garantizada.
(Y aquí podría hacer un inciso para comentar que la señora Carmena no va a poner un Belén en el ayuntamiento de Madrid estas Navidades porque cree que no representa a todos los madrileños, pero sí descuelga una bandera multicolor en día del orgullo gay del tamaño de un latifundio. ¿Hemos de deducir que todos los madrileños son gays, por decirlo finamente?)
Volviendo a nuestro tema, donde todo ya parecía estar inventado, comprobamos que el secreto de la ropa interior Thinx radica en un tejido a prueba de fugas, una tecnología patentada para la tela con la que se fabrican sus bragas, tangas y culottes que impiden filtraciones, evitan la sensación de humedad y contienen un tratamiento antimicrobiano. Todo lo que hay que hacer es lavarlas y volverlas a usar. Y olvidarse de compresas y tampones.
La investigación del producto ha durado cuatro años. El derribo de la campaña en EEUU, controvertido país de las libertades, media hora. Curioso, ¿no?