Papiroflexia
Paco Piquer
4 con 9; 4 con 9; 5 con 1; 4 con 8: los cuatro componentes del jurado terminan de calificar al finalista de Japón. Una puntuación razonable para la calidad de ese “Samurai haciéndose el hara-kiri”, repleto de detalles e ingenio. Siento la excitación del momento. El auditorio de la ciudad repleto de un público entendido y expectante que ha acudido a contemplar en directo la final del Campeonato Mundial de Figuras de Papel. Mi afición, mi pasión, puede verse recompensada. Por sorteo, tengo que ser el último en presentar el trabajo. He preparado a fondo este evento. Mi imaginación, mi talento y el material adecuado: una cartulina rosada, suave y moldeable, con la que he experimentado toda suerte de dobleces innovadoras. Las figuras obligatorias me han permitido encaramarme a uno de los tres puestos que optan al título. El resultado está aquí, presto para ser sometido al veredicto de los cuatro jueces, tres hombres y una mujer, que en estos precisos momentos califican el trabajo del finalista inglés: nada menos que un increíble “Cambio de guardia en Buckingham Palace”. 5; 4 con 9; 4 con 9; 6. ¡Uf! No creo conseguirlo. Dudo. Hasta el último segundo pienso si el tema elegido no resultará ofensivo. Si no herirá susceptibilidades. Reconozco que es un trabajo magnífico, que me ha ocupado meses enteros de práctica, de dedicación. Que me ha costado hallar el material preciso, el papel justo; la cartulina más maleable con que llevarlo a término. Se acerca el jurado. Con un cierto recelo, con manifiesta sorpresa, examinan desde todos los ángulos mi obra: un fláccido “Miembro viril” que mis manos muestran con ansiedad. De realismo extraordinario, la ductilidad del papel me ha permitido recrear hasta los más mínimos detalles. Se sonroja la componente femenina del jurado cuando, accionando un oculto doblez, consigo, de aquel prodigio papirofléxico, una erección espectacular. Los jueces se miran, asombrados; el público murmura. Hay división de opiniones: incipientes aplausos; ligero pateo de los puristas. Comienza la votación: 3 con 5; 3… no les ha gustado, he ido demasiado lejos… les he ofendido… 4 con 5… nada que hacer. Falta la dama. Levanta la tablilla y mientras, con gesto pícaro, me guiña un ojo, la muestra a la sala: 10. ¡DIEZ! He ganado ¡HE GANADO! ¡Ay! Si Unamuno levantara la cabeza…