Autor: Julio Soler. Frutos del Tiempo. Colección Peces Solubres. 2014. 48 pp. 13€
Una cuando es araña
Lo fácil es decir que su vida pende de un hilo
Hay grandes libros de poemas que nos aburren y hay otros que nos sorprenden. Sí, hay libros de estilo depurado y lenguaje poético convencional que reconocemos como ideales cuando uno quiere apuntalar la pata de una mesa. Pero hay otros que nos sorprenden, como si el autor sacara un conejo de una chistera.
El libro de Julio Soler no tiene nada que ver con el aburrimiento pero tampoco con el poeta que saca un conejo blanco de la chistera. Para que se hagan una idea, imagínense a un mago que mete la mano en el sombrero de copa y saca a Yul Brynner comiéndose con cuchara una paella de caracoles con conejo y hierbas de romero. Lo sorprendente, por supuesto, es que se coma el arroz con cuchara.
El libro de poemas sigue la estructura de un bestiario, donde cada poema va dedicado a un animal diferente.
Si echamos mano del Wikipedia: “Un bestiario (o bestiarum vocabulum ) es un compendio de bestias. Se hicieron muy populares durante la Edad Media en forma de volúmenes ilustrados que describían animales, plantas ó motivos orgánicos de la naturaleza. La historia natural y la ilustración de cada una de estas bestias se solía acompañar con una lección moral”
No es por casualidad que el primer libro de relatos de Julio Cortázar se titule “Bestiario” (1951). La admiración de Julio por Julio es evidente. Sin embargo, Julio Cortázar mezcla realidad y surrealismo con un efecto inquietante, casi siniestro; pero Julio Soler hace la misma mezcla de realidad y surrealismo con un efecto divertido.
Efectivamente, la técnica de Julio Soler es mezclar surrealismo, ironía y sorpresa. El surrealismo como libre asociación de imágenes e ideas. No intenten entenderlo todo, relájense y disfruten de las ocurrencias, porque el segundo elemento es la ironía. La ironía no consiste en hacer chistes, sino en levantar la sonrisa y sobre todo la sorpresa. Sorpresa porque la estructura del argumento no es lineal; cuando todo parece perfecto, entonces salta la sorpresa, como en una montaña rusa, para que el lector no se relaje.
¡Hola, ya está aquí tu osito hormiguero!
Pero Walter Jonnhy Walter,
¿tú te has visto la trompa que llevas?
Y yo aquí desnuda todo el día.
Todos los putos días.
Aspírame el parqué.
La técnica anterior se aplica a un tema que en este caso es el amor. El amor es un amor animal, un amor instintivo y que, por tanto, es un sentimiento espontáneo y sin angustia, incertidumbre ni frustración. Los personajes –animales- están enamorados y se divierten, es un amor divertido, intrascendente y feliz.
Mi yeti.
Mi abominable hombre de las nieves.
Mitad hombre.
Mitad bestia.
Siempre que jugamos tú y yo al escondite
Nos interrumpen los exploradores.
Pero siempre ganamos los dos.
¿Por cierto dónde estas?
La paradoja es que uno abre el libro con la idea de que las bestias enamoradas serán crueles, sanguinarias y sin alma, todo un recorrido por un documental, con vísceras y sangre, de la segunda cadena de televisión. Pero no es así, el lector juega con ese amor instintivo, feliz y divertido con el que Julio retrata a los animales y, al final, uno se pregunta si ese amor de bestias no es mucho más humano y piadoso que el amor profundo, atormentado y trascendente que se le supone poéticamente al hombre y a la mujer.
Desde esa perspectiva, desde esa velada crítica al amor “profundo, atormentado y trascendente”, Julio Soler se sitúa al margen de la poesía amorosa escrita hasta ahora y, posiblemente, descubramos la sorpresa última del libro: la conclusión es que Julio ironiza sobre toda la tradición de poesía amorosa.
Supongo que si la Real Academia escribiera un compendio de poesía amorosa, editaría cien tomos y un panfleto en una hoja suelta. La hoja suelta sería Julio Soler y su “Bestias Enamoradas” (mejor en pegatina, para llevarla puesta sobre el pecho cuando uno quiera amar de verdad).